CONFECCIONES  ATALAYA S.L.
Especialistas en fabricación de pantalón  



La desigual guerra del textil


Opinión


Rafael Ramírez Torres

Trabajador textil

 

Nos hallamos inmersos en una de las peores y más profundas crisis que afectan directamente al sector textil, concretamente a la que depende de la producción y manufacturación de prendas.

Durante los últimos 30 años, este sector ha padecido diferentes transformaciones y conversiones que han supuesto una merma del sector productivo en España, sobre todo de un sector de los que mayor número de mano de obra necesita para su desarrollo.

A mediados de la década de los años setenta culminó en Priego una crisis textil que obligó al cierre de decenas de fábricas de tejidos y algunas de hilados. Esta situación nada tiene de comparación con la que sufrimos actualmente, pues hay dos elementos fundamentales que así lo determinan.

Por una parte la crisis de los setenta fue una crisis coyuntural, dada por la política de entonces que optó por satisfacer los deseos del textil catalán que quiso que un sector tan dinámico estuviese todo concentrado en territorio catalán.

Esta situación produjo como consecuencia una masiva emigración de trabajadores de Priego a Cataluña para satisfacer la fuerte demanda de mano de obra textil, lo cual no dejaba de ser una paradoja.

Fue entonces cuando trabajadores del textil de nuestra ciudad ante tal situación, y viéndose afectados por el paro y la desolación que había dejado la desaparición total de los telares, dieron un paso hacia delante convirtiéndose en los emprendedores pioneros de una nueva economía basada en los talleres de producción de prendas de vestir.

Al principio se invertía en pequeños talleres, muchas veces familiares. Se comenzó a fabricar todo tipo de prendas: desde camisas y pantalones hasta delantales, e incluso fundas para los colchones.

Con el paso de los años el sector fue tomando forma, y gracias a la conversión de estos empresarios se fueron consolidando una serie de empresas pioneras que, poco a  poco, ofrecían ya un producto de calidad capaz de competir en el mercado nacional. Todo esto acompañado por un creciente aumento de puestos de trabajo y ,en consecuencia, de un panorama que a todas luces invitaba al optimismo.

En la década de los 80 la confección en Priego tuvo sus mejores momentos por la fuerte demanda de consumo que propició que muchas de las empresas ya dispusieran de unas excelentes inhalaciones, maquinaria de última generación y un personal cualificado que permitía que dichas empresas ya comercializaran con marca propia por todo el territorio nacional.

Sin embargo, este auge también trajo consigo un competidor con el que no se contaba: me refiero a los talleres de economía sumergida que estaban basados en la producción de prendas con bajos costes laborales ya que en ellos no se contemplaban ni pagas extras, ni vacaciones, ni cotizaciones a la seguridad social, amén de los demás impuestos contributivos. Todo esto traía como consecuencia una competencia desigual ya que las empresas que cumplían con todas sus obligaciones se veían afectadas por esta invasión de prendas barata proveniente de economía sumergida.

Esta circunstancia, sumada a la producción realizada en países de mano de obra barata, traía como resultado otra crisis del sector que, en los primeros años de la década de los 90, obligó a muchas empresas a estructurarse de nuevo viéndose obligadas a adaptarse a nuevos métodos de producción como, por ejemplo, trabajar por campañas, lo que supuso que muchos de los puestos de trabajo fijos se convirtieran en trabajadores eventuales o fijos-discontinuos.

Este esfuerzo común de empresarios y trabajadores por adaptarse a la nueva situación permitió que, a pesar de la época de “vacas flacas”, se pudiera continuar trabajando aunque ya sólo fuese por el objetivo de mantener la empresa a flote.

Pero, sin duda alguna, lo peor estaba por llegar y es que, desde el día uno de enero de este año, el sector productivo de prendas textiles se ha visto inmerso en una batalla desigual sin precedentes que ha convertido todo esto en un combate de David contra Goliat. Me refiero, exactamente, al levantamiento de aranceles para la importación de prendas elaboradas en China.

Esta alusión que hago a una batalla desigual sin precedentes es una afirmación sostenida en datos que a continuación detallo: Tras abolirse el pasado uno de enero el sistema de cuotas que regía el comercio mundial, las importaciones provenientes de China han aumentado un 534 %, lo que ha supuesto un total desequilibrio para el textil español.

Esta competencia viene acompañada por unos costes irrisorios de producción ya que sólo dar unos datos es suficiente para justificar el estado permisivo de los empresarios textiles.

En China hay actualmente unos 1.300 millones de personas en edad de trabajo para la industria de la manufacturación. Cada año hay una media de 15 millones de empleos nuevos; esto añadido a que la media de horas diarias trabajadas por un operario de la confección es de 13 diarias con tan sólo un día de descanso cada diez de trabajo, con un salario medio de unos 75 euros al mes supone ,sin ninguna duda, una competencia que está llevando a la ruina al sector textil en España, al cual “ le ha tocado la china”.

 

La situación, obviamente, se puede catalogar de insostenible si no se toman medidas restrictivas que frenen la importación masiva desde China.

Cuando en 1974 se tomó el acuerdo de eliminar los cupos y aranceles para el 2005, se debió también haber contemplado que, durante estos 30 años, China hubiese avanzado socialmente de manera que, en materia de reformas laborales, se hubiese podido avanzar  con el objetivo de conseguir que se aplicasen las leyes y normativas que en materia laboral rigen en Europa. Pues si esto hubiese sido así, qué duda cabe que afectaría al encarecimiento de los costes reales de producción.

Ahora la realidad es la que hay y toca luchar contra ella.

Por un lado, los diferentes colectivos empresariales textiles de España, Francia e Italia, presionan a Bruselas para que desde allí se tomen medidas drásticas para salvar el sector, pero esta presión no tiene acompañamiento del resto de los países de la comunidad europea.

Expertos en la materia auguran que esto únicamente podrá ser contrarrestado con el paso de unos años cuando los trabajadores chinos alcancen un más elevado bienestar social capaz de reclamar un mayor consumo interno y, en consecuencia, un aumento de la renta de la clase media y un mayor poder adquisitivo de la masa social. Este hecho  iría acompañado de la revalorización de la moneda china lo que supondría una manufacturación más cara y menos competitiva con el resto de Europa.

Mientras se logra ese objetivo, los empresarios de la confección han comenzado a elevar la voz de alerta y proponen que se vuelvan a poner cupos más restringidos a las importaciones. Además de estas medidas también proponen que al igual que otros sectores como son el agrícola, pesquero o naval -que gozan de proteccionismo en forma de subvenciones o subsidios-, que el textil también tenga ayudas en forma de bajada de cotizaciones, etc.

Así pues, el panorama “pinta feo” para uno de los sectores más importantes de Priego y del que  más puestos de trabajo hay en la actualidad.

Este sector está compuesto por pequeñas y medianas empresas incapaces de competir con grandes compañías que se han convertido en meros intermediarios comerciales entre China y Europa, cuyos beneficios recaen sobre unos pocos.

 

Hoy por hoy, las únicas salidas posibles para salvaguardar lo que aún queda es apostar por una prenda de máxima calidad, reagruparse en torno a un centro de innovación tecnológica del textil capaz de dinamizar el sector sobre la base de un proyecto común cuyos objetivos fuesen consolidando la calidad con diseños, y búsqueda de nuevos mercados fuera de nuestras fronteras donde la marca Priego fuese sinónimo de garantía y calidad.

Par ello es necesario un gran esfuerzo de todos y, sobre todo, una apuesta de la administración pública que debe tomar las riendas en un asunto tan importante como éste.

Pienso que el esfuerzo bien merece la pena, aunque la tarea es difícil dadas las circunstancias adversas que se deben afrontar. Pero, tal vez, sea la última oportunidad que se nos brinde para poder hablar del textil en Priego en futuro y no en pasado.

Aunemos esfuerzos empresarios, trabajadores y políticos para combatir esta guerra contra Goliat.